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Mucho se habla (y se ha hablado) de la unidad que debe existir entre los hijos de Dios. ¿Por qué? En primer lugar, es un mandamiento, un requisito del Señor para demostrar que somos verdaderamente Sus discípulos (Juan 13: 34-35). De otro modo, dice Jesucristo mismo, "no so[mos Suyos]" (Doctrina y Convenios 38: 27).
En segundo lugar, la unión entre los que procuran hacer la voluntad de Dios es esencial para edificar Su Reino. Es imposible construir sobre bases inestables, sobre arenas movedizas, ¿verdad? En terreno donde la fe y el amor no fueron sembrados, abonados o nutridos, difícilmente crezca buena semilla.
Felizmente, aunque tenemos distintos orígenes y experiencias de vida, hay algo que nos caracteriza y es que todos somos hermanos espirituales, hijos del mismo Padre Celestial. El ser pacientes unos con los otros mientras transitamos este período de probación terrenal debería ser, por lo tanto, una prioridad.
Soy consciente de que todo esto de la unidad con otros puede parecerle a algunos una utopía pero no se trata de que seamos "iguales" sino de que nos esforcemos por alinear nuestro corazón con el Salvador. De este modo, todos (Sí, incluido vos, que estás leyendo estas líneas) podremos contribuir a que la fe aumente en este mundo cada vez más dividido.
Sea cual sea tu origen o creencia, también estás invitado a formar parte de este llamado de edificar el Reino de Dios en la tierra; un llamado apremiante, antes de que Jesucristo venga por segunda vez. ¿No es eso maravilloso?
PD: Para saber más sobre la unidad y lo que se puede hacer para alcanzarla, recomiendo, especialmente, este y este mensaje. El primero enseña a "impulsar desde donde uno está" ; el segundo, sobre las mariposas monarca, un ejemplo de cómo las creaciones de Dios trabajan, en conjunto, para cumplir un mismo propósito.
