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lunes, 30 de diciembre de 2024

Desconectar: una necesidad de "raíces" profundas (Día 10)

Hoy es mi último día de ayuno de las redes sociales y puedo decir, sin lugar a dudas, ¡meta cumplida! También, como me lo había propuesto, pude registrar  algunas de las experiencias vividas e impresiones espirituales (derivadas de mis proyectos de lectura, discursos, artículos de la Liahona, el servicio en el Templo, la ministración, etc) que recibí desde el 21 de diciembre. 

Como expresa el título de todas mis publicaciones de este mes, desconectar era una necesidad real ya que le estaba dedicando más tiempo del recomendado a Facebook e Instagram. Esta pausa me permitió poner todo en perspectiva y trabajar, un poco más, en la disciplina y el autodominio que debo tener para llegar a ser una verdadera discípula de Jesucristo. 

Soy consciente de que no llegué a realizar todas las cosas que hubiera deseado pero tuve la oportunidad de elegir en dónde enfocar mi atención para que "[mi] mente [fuera] fructífera [y] activa [a fin de comprender] los designios que Dios revela por medio de sus siervos.” (Hijas en Mi Reino, pág. 14).  Este ejercicio me hizo sentir libre, dueña de mis propias decisiones. Podrá parecer exagerado pero, si no tenemos cuidado, las redes sociales pueden convertirse en nuestros amos. 

Llegando (casi) al final de esta publicación, me gustaría dejar algunos fragmentos del discurso que impulsó esta meta y que inspiró, también, el título de esta entrada del blog.


Una de las cosas más importantes que podemos aprender en esta vida es la diferencia entre lo que es eterno y lo que no lo es. Una vez que entendemos eso, todo cambia: nuestras relaciones, las decisiones que tomamos y el modo en que tratamos a los demás.(...)
Si ustedes desean nutrir un árbol, no rocían las ramas con agua, sino que riegan las raíces. De manera similar, si desean que las ramas de su testimonio crezcan y den fruto, nutran las raíces. (...) Por ejemplo, si desean un testimonio más fuerte del Libro de Mormón, céntrense en el testimonio que da de Jesucristo. Fíjense en cómo el Libro de Mormón testifica de Él, lo que enseña acerca de Él y cómo los invita y los inspira a venir a Él.
Si desean tener una experiencia más significativa en las reuniones de la Iglesia o en el templo, traten de buscar al Salvador en las ordenanzas sagradas que recibimos allí. Busquen al Señor en Su santa casa.
(...)
Una fe firme en Jesucristo no sucede de la noche a la mañana. No, en este mundo terrenal, los que crecen espontáneamente son los espinos y los cardos de la duda. El árbol saludable y fructífero de la fe requiere un esfuerzo intencional, y una parte esencial de ese esfuerzo consiste en asegurarse de estar arraigados firmemente en Cristo.
(...)
La fe es firme cuando está arraigada profundamente en la experiencia personal, en un compromiso personal con Jesucristo, al margen de nuestras tradiciones o de lo que otras personas puedan decir o hacer.
Nuestro testimonio será puesto a prueba. La fe no es fe si nunca se pone a prueba; la fe no es firme si nunca afronta oposición, así que no se desesperen si tienen pruebas de fe o preguntas sin respuesta. 
(...)
Un testimonio no es algo que se edifica una vez y permanece para siempre; se parece más a un árbol que recibe alimento constante. Plantar la palabra de Dios en el corazón es solamente el primer paso. ¡Cuando el testimonio comienza a crecer es cuando comienza el trabajo de verdad! Es entonces cuando se ha de “nutr[ir] con gran cuidado para que eche raíz, crezca y nos produzca fruto”. Eso requiere “gran diligencia” y “paciencia al nutrir la palabra”, pero las promesas del Señor son seguras: “Segaréis el galardón de vuestra fe, y vuestra diligencia, y paciencia, y longanimidad, esperando que el árbol os dé fruto”.