Continuando con mis proyectos de lectura, hoy fue el turno del Antiguo Testamento y a Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith. Este último es una serie de libros que buscan que los miembros de la Iglesia profundicen su comprensión de las doctrinas del Evangelio y se acerquen más a Jesucristo por medio de las enseñanzas de los profetas de esta dispensación.
Al Antiguo Testamento lo empecé el 1 de enero de este año. Hasta le dediqué un post de Instagram. El propósito es leerlo completo para encontrar referencias a Jesucristo y comprobar, a qué nivel, es un testigo del Salvador. Más allá de que ya lo sepa, es un ejercicio que hará crecer más, lo sé, mi amor por este tomo de Escrituras.
Mi interés por las enseñanzas de Joseph F. Smith nació gracias a esta publicación. Él fue el sexto presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y sus mensajes y sermones, aún hoy, siguen brindando orientación divina en nuestro camino de progreso eterno.
Lamentablemente, por distintos motivos, voy bastante atrasada con ambos proyectos. En la Biblioteca del Evangelio había programado planes de lectura para leer cierta cantidad de páginas o capítulos dentro de un determinado lapso de tiempo. Al principio funcionó pero, con el correr de los días, esos capítulos o paginas se fueron acumulando y ya, después, leía para cumplir, como si se tratase de una carrera, en vez de disfrutar del proceso. Decidí, entonces, eliminar los recordatorios e ir a mi propio ritmo. Fue la alternativa que encontré para evitar abandonar la lectura del Antiguo Testamento, Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia e Hijas en Mi Reino (otro de mis proyectos). De hacerlo, me habría privado, por ejemplo, de las siguientes declaraciones del presidente Joseph F. Smith:
“Se me enseñó a creer en la divinidad de la misión de Jesucristo... Lo aprendí de mi padre, del profeta José Smith, de labios de mi madre… y todos los días de mi niñez y a lo largo de toda mi vida, me he apegado a esa creencia”.
“De niño, conocí al profeta José Smith. Siendo un niño, lo escuché predicar el Evangelio que Dios le había encomendado a su cargo y cuidado. De niño, sentía la misma familiaridad en su casa, con su familia, que la que sentía bajo el techo de mi propio padre. He conservado el testimonio del Espíritu que se me inculcó de niño y que recibí de mi santa madre, la firme creencia de que José Smith era un profeta de Dios, de que era inspirado como ningún otro hombre de su generación, ni de siglos antes, pudo ser inspirado, de que había sido escogido por Dios para establecer el fundamento del reino de Dios”
“Creo en el principio del arrepentimiento, porque lo he puesto a prueba y sé que es bueno. Si en un momento funesto he dicho o hecho cosa alguna que haya agraviado a alguno de mis hermanos, nunca me he sentido tranquilo ni libre de un cierto grado de esclavitud sino hasta después de haber ido a ese hermano al que había ofendido, de haberme arrepentido de mi pecado y de haber arreglado las cosas con él. Entonces se levantaba el peso de la carga y de inmediato experimentaba el efecto benéfico del arrepentimiento del pecado”
“Nuestros corazones todavía se encuentran agobiados por la tristeza [como si estuviesen] en la tierra donde los restos de nuestra dulce niña y los de sus hermanitos y hermanitas reposan en el polvo… Pero haremos lo mejor que podamos, con la ayuda del Señor, puesto que sabemos que nuestros tesoros que duermen están a Su santo cuidado y pronto despertarán del polvo a la inmortalidad y la vida eterna. Pero si no fuese por la valiosa certeza y la gloriosa esperanza que tenemos en el Evangelio de Cristo, ¡la vida no valdría la pena vivirse, sino que sería una infausta y perniciosa farsa! Pero, ¡ah!, ‘¡Gozoso canto con fervor: Yo sé que vive mi Señor! Gracias a Dios”