Leí el mensaje del élder Hans T. Boom y el de la hermana Amy A. Wright por separado pero, profundizando más, pude ver que hay una conexión que apunta a a que los padres fortalezcan a sus hijos al compartir con ellos experiencias espirituales poderosas que los preparen para sus propias "pruebas de fe". En definitiva, esto es lo que el mundo necesita (aunque crea que no) si es que las buenas personas que lo habitan desean sobrevivir, junto con sus familias, a los tiempos difíciles y peligrosos que ya estamos atravesando.
"¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿Y si le pide un pez, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden?" (Mateo 7: 9-11)
No es necesario decir (¿O, quizás, sí?) que todo empieza en el hogar. Como padres y adultos responsables no podemos cederle a otros la responsabilidad de la educación (sea temporal o espiritual) de nuestros hijos. Debemos elevar la voz y defender lo que para nosotros es importante y sagrado.
Yo, por mi parte, agradezco, haber aceptado la invitación del Señor de aceptar Su Evangelio porque Sus enseñanzas me ayudaron a corregir malos hábitos y, sin ser perfecta, pude ofrecerle a mis dos hijos una versión mejorada de mí misma. La mayor parte de las experiencias espirituales que contribuyeron a edificar mi fe y mi testimonio las estoy plasmando en este diario y en el otro (el de papel), a modo de legado para las futuras generaciones de mi familia.
Y vos, ¿qué invitación sentís que te está haciendo Dios en este mismo momento?