Lo digo de una vez (aunque creo que ya lo he dicho): ¡no soy perfecta! Continuamente batallo con mis propias debilidades. Algunos rasgos de mi carácter me dificultan, a veces, relacionarme "positivamente" con otras personas. Una de las cosas que más me cuesta controlar es mi temperamento. Ya en una entrada de 2007 de mi otro diario escribía sobre el asunto. A la fecha, abril de 2022, si bien hay cosas que todavía me siguen enojando, aprendí a gestionar mejor mis emociones. ¿Cómo? A través de las Escrituras, discursos y demás herramientas (cursos y manuales, por ejemplo) que proporciona la Iglesia.
"El problema del enojo resulta de no comprender ni aplicar las doctrinas del Evangelio. (...) La verdadera doctrina, cuando se entiende, cambia la actitud y la conducta. El estudio de las doctrinas del Evangelio mejorará la conducta más rápido de lo que el estudio del comportamiento mejorará el comportamiento”. (Discurso completo, acá,)
En las Escrituras y discursos se pueden encontrar ejemplos de personas que transitaron relaciones "difíciles" y de cómo pudieron solucionarlo. Basta con recordar a Jacob y Esaú, a José, hijo de Jacob y a José Smith, entre otros.
Algunas de las herramientas que me ayudaron en su momento y que volví/volveré a consultar o que consultaré:
El poder sanador del perdón (en el manual Matrimonio y relaciones familiares: guía de estudio para el participante)
Hasta acá, reportándose una mujer en constante reconstrucción.
