¡Trabajo cumplido en el Templo!: ocho ordenanzas realizadas por mujeres de mi familia (entre ellas, mi abuela paterna y mi bisabuela materna), y una ordenanza para un antepasado de mi esposo (su bisabuela paterna).
¡¡¡¡Wiiiii!!!! La verdad, salí muy feliz y gratificada, como siempre que voy al Templo.
Al Templo una va por muchas razones: para hallar respuestas, paz, guia, etc. Es verdaderamente la Casa del Señor.Después de terminar las ordenanzas, oré para saber la voluntad de mi Padre y para agradecerle la oportunidad de acudir al Templo. (Me puse como meta ir al menos una vez al mes).
Al terminar de orar, abrí el Libro de Mormón en cualquier parte y me llamaron la atención los siguientes versículos:
"Porque yo, Nefi, me sentía constreñido a hablarles según la palabra de él; porque yo les había hablado muchas cosas, y también mi padre, antes de morir; y muchas de estas palabras están escritas sobre mis otras planchas, porque una parte con más historia está escrita sobre mis otras planchas.Es extensa esta escritura pero quería compartirla íntegra, porque me regocijé al leerla. En muchos aspectos, aveces, me siento como se sintió Nefi al escribir estas palabras y fue una caricia para mi alma poder leerlas en el Templo.
Y sobre estas escribo las cosas de mi alma, y muchas de las Escrituras que están grabadas sobre las planchas de bronce. Porque mi alma se deleita en las Escrituras, y mi corazón las medita, y las escribo para la instrucción y el beneficio de mis hijos.
He aquí, mi alma se deleita en las cosas del Señor, y mi corazón medita continuamente en las cosas que he visto y oído.
Sin embargo, a pesar de la gran bondad del Señor al mostrarme sus grandes y maravillosas obras, mi corazón exclama: ¡Oh, miserable hombre que soy! Sí, mi corazón se entristece a causa de mi carne. Mi alma se aflige a causa de mis iniquidades.
Me veo circundado a causa de las tentaciones y pecados que tan fácilmente me asedian.
Y cuando deseo regocijarme, mi corazón gime a causa de mis pecados; no obstante, sé en quién he confiado.
Mi Dios ha sido mi apoyo; él me ha guiado por entre mis aflicciones en el desierto; y me ha preservado sobre las aguas del gran mar.
Me ha llenado con su amor hasta consumir mi carne.
Ha confundido a mis enemigos hasta hacerlos temblar delante de mí.
He aquí, él ha oído mi clamor durante el día, y me ha dado conocimiento en visiones durante la noche.
Y de día me he hecho osado en ferviente oración ante él; sí, he elevado mi voz a las alturas; y descendieron ángeles y me ministraron.
Y mi cuerpo ha sido conducido en las alas de su Espíritu hasta montañas muy altas; y mis ojos han visto grandes cosas, sí, demasiado grandes para el hombre; por lo tanto, se me mandó que no las escribiera.
Entonces, si he visto tan grandes cosas, si el Señor en su condescendencia para con los hijos de los hombres los ha visitado con tanta misericordia, ¿por qué ha de llorar mi corazón, y permanecer mi alma en el valle del dolor, y mi carne deshacerse, y mi fuerza desfallecer por causa de mis aflicciones?
Y, ¿por qué he de ceder al pecado a causa de mi carne? Sí, ¿y por qué sucumbiré a las tentaciones, de modo que el maligno tenga lugar en mi corazón para destruir mi paz y contristar mi alma? ¿Por qué me enojo a causa de mi enemigo?
¡Despierta, alma mía! No desfallezcas más en el pecado. ¡Regocíjate, oh corazón mío, y no des más lugar al enemigo de mi alma!
No vuelvas a enojarte a causa de mis enemigos. No debilites mi fuerza por motivo de mis aflicciones.
¡Regocíjate, oh mi corazón, y clama al Señor y dile: Oh Señor, te alabaré para siempre! Sí, mi alma se regocijará en ti, mi Dios, y la roca de mi salvación.
¿Redimirás mi alma, oh Señor? ¿Me librarás de las manos de mis enemigos? ¿Harás que yo tiemble al aparecer el pecado?
¡Estén cerradas continuamente delante de mí las puertas del infierno, pues quebrantado está mi corazón y contrito mi espíritu! ¡No cierres, oh Señor, las puertas de tu justicia delante de mí, para que yo ande por la senda del apacible valle, para que me ciña al camino llano!
¡Oh Señor, envuélveme con el manto de tu justicia! ¡Prepara, oh Señor, un camino para que escape delante de mis enemigos! ¡Endereza mi sendero delante de mí! No pongas tropiezo en mi camino, antes bien despeja mis vías ante mí; y no obstruyas mi sendero, sino más bien las vías de mi enemigo.
¡Oh Señor, en ti he puesto mi confianza, y en ti confiaré para siempre! No pondré mi confianza en el brazo de la carne; porque sé que maldito es aquel que confía en el brazo de la carne. Sí, maldito es aquel que pone su confianza en el hombre, o hace de la carne su brazo.
Sí, sé que Dios dará liberalmente a quien pida. Sí, mi Dios me dará, si no pido impropiamente. Por lo tanto, elevaré hacia ti mi voz; sí, clamaré a ti, mi Dios, roca de mi rectitud. He aquí, mi voz ascenderá para siempre hacia ti, mi roca y mi Dios sempiterno. Amén." (2 Nefi 4: 14-35)
Antes de regresar a casa me senté, una vez más, frente a la fuente que está en el jardín.
(¿No es verdaderamente una visión hermosa?)
Reflexioné, mientras contemplaba la fuente y escuchaba el relajante sonido de las aguas que subían y bajaban, que el Templo está lleno de simbolismos, aún en sus jardines.
Una escritura vino a mi mente:
"mas el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna." (Juan 4: 14)Eso es precisamente lo que podemos encontrar en el Templo: "agua" que sacia nuestra sed espiritual y que nunca se agotará.
¿Que no tienen tiempo de asistir al Templo? ¿Que demasiadas responsabilidades ocupan su tiempo?
Les aseguro que si asignan al menos un día al mes para asistir al Templo y son constantes, el Señor recompensará sus esfuerzos. ¿Harán la prueba?