> Diario de Abish: Nunca sola en el trayecto...

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sábado, 25 de marzo de 2017

Nunca sola en el trayecto...

Hay días buenos, hay días malos. Hay días en los que parece que Satanás te diera un "mazazo". Él conoce nuestras fortalezas y sabe por donde no nos puede agarrar. Entonces viene y nos golpea duro a través de alguna debilidad (algo que nos duele, nos molesta, etc). Como miembros de la Iglesia tenemos el "poder" de resistir su influencia en nosotros. Oramos, ayunamos, leemos las Escrituras, vamos al Templo, hacemos convenios, guardamos los mandamientos... Pero aveces el adversario golpea tan duro que nos deja indefensos, sin fuerzas, desanimados...

Debo confesar que eso me pasó a mí, ayer. Y esa sensación duró hasta hoy. No soy perfecta. No soy infalible. Aún estoy en el proceso de aprendizaje, de prueba y error.

Hoy me levanté y la sensación de tristeza, de desánimo, de fracaso de anoche me acompañó al levantarme. Oré, leí las Escrituras (pero estaba tan mal que me era imposible concentrarme), volví a orar, suplicando, preguntando a mi Padre Celestial que hacer, cuál era Su voluntad; si tenía algo de culpa, de responsabilidad en la situación por la que estaba sufriendo.

Sentí la necesidad de escuchar las palabras de los siervos del Señor. Navegué entre los discursos de la Conferencia General, buscando respuestas, palabras que me pudieran animar y fortalecer.

Ví los siguientes discursos:  







A través de estos discursos el Señor, en su infinita misericordia, me confortó, me "levantó" y me dió las respuestas que necesitaba. Sé que me conoce personalmente, sé que me ama, aún con mis imperfecciones y debilidades, y se que Él "pelea mis batallas" (Josué 23:10; Doctrina y Convenios 105:14).

Nada es fortuito, nada es al azar. Ni siquiera el dolor. 
Como dijo Kent F. Richards, de los Setenta:
"(...)El dolor es un indicador del proceso de sanación y muchas veces nos enseña paciencia(...)
 “Ningún dolor que suframos ni ninguna prueba que experimentemos es en vano… contribuyen a nuestra educación, al desarrollo de virtudes como la paciencia, la fe, el valor y la humildad… Es mediante las penas y el sufrimiento, la dificultad y la tribulación que ganamos la educación que hemos venido a adquirir aquí”. ("La Expiación sana todo dolor")

 A través de la tristeza que me invadió pude comprender algo: Nuestro Padre Celestial sufre por cada hijo Suyo que toma malas decisiones, que no guarda los mandamientos, que es rebelde, que parece que no escucha. Mi dolor, pequeño en comparación con el Suyo, me ayudó también a querer siempre hacer Su voluntad, a no fallarle nunca, a esforzarme por serle fiel.

Como dije, estoy en pleno proceso de aprendizaje pero sé que no estaré sola en el trayecto.