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martes, 13 de agosto de 2024

Sueños compartidos


Que cuatro miembros de una misma familia sueñen, más o menos al mismo tiempo y en similares circunstancias a alguien que falleció recientemente no es producto de la casualidad ni de una mente fantasiosa sino de las tiernas misericordias de un amoroso Padre Celestial. Resulta que mi esposo,  mis hijos y yo somos esa familia y la quinta persona es mi papá. Después de compartir algunos detalles que se repetían en nuestros sueños ‒como que él estaba más joven y que venía  a visitarnos‒, pudimos confirmar algo que ya sabíamos: mi papá está bien, su cuerpo quedó en la tierra pero su espíritu permanece. De hecho, la sensación que tuve durante mi sueño y que me acompañó al despertar fue, precisamente, esa: ¡Que está vivo!

Reflexionando en esta experiencia que nos tocó compartir, me pregunté de si había sido una tierna misericordia del Padre Celestial el que recibiéramos este mensaje en la figura de mi papá  o de si le había concedido a él mismo traspasar, momentáneamente y a través de un sueño, la delgada línea que separa el mundo de los espíritus del nuestro. 

Al buscar en las fuentes divinamente señaladas, encontré que


"Se puede recibir revelación mediante un sueño, cuando hay casi una transición imperceptible entre el estar dormido y el despertar. (...) Por lo general, a la comunicación inspirada durante la noche la acompaña un sentimiento sagrado durante toda la experiencia. El Señor utiliza personas a quienes les tenemos un gran respeto para enseñarnos verdades en un sueño, puesto que confiamos en ellas y escucharemos su consejo. Es el Señor quien está enseñando mediante el Espíritu Santo; sin embargo, en un sueño, Él puede hacer que nos sea más fácil entender y que se conmueva más nuestro corazón enseñándonos mediante alguien que amamos y respetamos." (Discurso completo acá)


Buscando un poco más, llegué al relato de un hombre que tuvo una experiencia con la cual,  salvando las distancias, me sentí identificada. Transcribo, a continuación, una parte:


"Una experiencia muy intensa y personal que mi familia y yo tuvimos hace algunos años demuestra cuán delgado es a veces el velo. Uno de nuestros hijos... [s]e involucró demasiado con las drogas adictivas y se hundió en un mundo infernal que ofrecía pocas esperanzas de que regresara a tener una vida normal. Shauna y yo orábamos, luchábamos y anhelábamos su recuperación y su regreso, pero no supimos nada de él, y nos preguntábamos si nuestro hijo estaba muerto, encarcelado o perdido.
(...)
En algún momento durante esa noche me encontré soñando. Mi padre, que había fallecido varios años antes, vino a mí en un sueño, me abrazó y luego me miró a los ojos. Él dijo con fuerza: “Hijo, quiero que estés tranquilo. Voy a ayudarte con tus hijos. Se paciente.”
(...)
Días después, el teléfono sonó en el medio de la noche. Nuestro hijo dijo: “No puedo vivir más de esta manera. ¿Puedo volver a casa?”
(...)
Una tarde, unas semanas más tarde, él y yo estábamos sentados en el sofá de la sala de estar. Se volvió hacia mí y dijo vacilante: “Papá, necesito compartir algo contigo." 
(...) 
Sé que esto suena extraño, pero una noche, hace tiempo, estaba a punto de hacer algo que definitivamente me habría costado la vida cuando escuché la voz del abuelo Millet decir: ‘¡No hagas eso! Te han enseñado mejor eso. Ahora levántate y vete a casa.’ Papá, ¿eso es demasiado extraño para ser verdad?”
Con cierta emoción respondí que no lo era y agregué: “Ahora yo tengo una historia que contarte.” Y le conté sobre mi sueño.
Sentimos que el Espíritu del Señor descansaba sobre nosotros y sentimos que toda la experiencia era verdadera y proveniente de Dios." ( Artículo completo, en inglés, acá)


Mi investigación me guió, además (y no fortuitamente), a las palabras del presidente Joseph F. Smith, un apóstol que estudió y meditó sobre el mundo de los espíritus de una manera tan profunda, al punto de recibir la revelación contenida en Doctrina y Convenios 138:


"En ocasiones el Señor ensancha nuestra visión desde este punto de vista y desde este lado del velo, al grado que sentimos y parecemos comprender que podemos mirar allende el tenue velo que nos separa de esa otra esfera. Si por la influencia iluminante del Espíritu de Dios y por las palabras que han hablado los santos profetas de Dios, nosotros podemos ver allende el velo que nos separa del mundo de los espíritus, seguramente aquellos que ya han pasado pueden vernos a través del velo con mayor claridad que con la que nos es posible a nosotros verlos desde nuestro campo de acción. Creo que nos movemos y tenemos nuestro ser en la presencia de mensajeros celestiales y de seres celestiales. No estamos separados de ellos. Empezamos a comprender con una plenitud cada vez mayor, a medida que nos familiarizamos con los principios del evangelio, cual se han revelado de nuevo en esta dispensación, que estamos íntimamente relacionados con nuestros parientes, con nuestros antepasados, nuestros amigos, compañeros y coadjutores que han llegado antes que nosotros al mundo de los espíritus. (...) [A]firmo que vivimos en su presencia, que ellos nos ven, que están atentos a nuestro bienestar; que nos aman ahora más que nunca. Porque ahora ellos ven los peligros que nos amenazan; pueden comprender mejor que antes las debilidades que pueden desviarnos por caminos tenebrosos y prohibidos. Ven las tentaciones y maldades que nos acosan en la vida y la inclinación del ser mortal de ceder a la tentación y a la comisión de cosas malas; de ahí que su solicitud por nosotros y su amor por nosotros y su afán por nuestro bienestar debe ser mayor que los que sentimos por nosotros mismos." Doctrina del Evangelio, págs. 424-425)


Solo queda por decir que me siento humilde y agradecida  con mi Padre Celestial por  habernos permitido a mi esposo (especialmente), a mis hijos y a mí ser testigos de lo fina de que puede ser, aveces, la línea que separa el mundo de los espíritus de este y por hacernos llegar un mensaje lleno de esperanza en un momento en que, seguramente, lo estábamos necesitando.