Ayer leí, del Ven, Sígueme, una asignación que correspondía a la semana del 8 al 14 de julio y que, en su momento había pasado por alto. Cuando me percaté de esta "equivocación", por un breve momento pensé en adelantarme un par de páginas hasta la semana "correcta" para ponerme al día con mi estudio personal de las Escrituras. Pero, ¿y si Dios tenia algo para decirme? ¿Y si mi "error" tenia un propósito escondido? Dado que "[l]as reseñas [del Ven, sígueme] señalan algunas verdades eternas que se encuentran en [las Escrituras y que, para encontrarlas se debe seguir] la guía del Espíritu [Santo]", decidí seguir estas impresiones.
Las verdades eternas que encontré en mi lectura de Alma 23-25, 27 y en uno de los discursos sugeridos tenían que ver con el "inquebrantable compromiso que se requiere para aferrarse a Jesucristo y [a la] senda de los convenios del plan de nuestro Padre Celestial", lo cual implica abandonar definitivamente nuestra antigua manera de ser en pos de "un proceso de discipulado [que dure] toda la vida."
Yo, al igual que los lamanitas "abandon[é] las armas de [mi] rebelión" (Alma 23: 7), "enterré [mis armas de guerra] profundamente en la tierra" (Alma 24: 17, Helamán 15:9) como testimonio de mi conversión a Jesucristo y a Su Evangelio. A cambio, recibí una mayor comprensión de mi origen, de mi propósito en la vida y de mi destino (eterno).
Esta experiencia que acabo de contar, que a alguien, quizás, le parezca una mera casualidad, un error afortunado, muestra la manera de obrar que tiene el Dios misericordioso que yo conozco. Aunque no lo supe en un principio y casi desaprovecho la oportunidad, mi Padre Celestial me brindó, a través del Ven Sígueme, las Escrituras y las palabras de uno de Sus Siervos autorizados, la fortaleza espiritual que estaba necesitando justo ese día. Un dulce recordatorio de que Él está al tanto de los desafíos y batallas de Sus Hijos, ¿no te parece?