Pero mi espíritu no es el único que se deleita cada vez que voy. Caminar por los jardines, alrededor del Templo, observar las flores, percibir su aroma; escuchar el canto de los pájaros, el sonido del agua que brota en las fuentes, redescubrir los mismos rinconcitos por los que pasamos una y otra vez e inmortalizarlos con un clic de la cámara despierta casi los cinco sentidos.
¿No me creen? Estos son solo algunos de esos rinconcitos que me traje, inmortalizados (lamentablemente, las imágenes todavía no transmiten el sonido ni el aroma. Eso lo tendrán que experimentar en persona)