Hoy me pasó algo que hizo venir a mi mente la sig cita: "Las decisiones que tomamos determinan nuestro destino." (Lo dijo el presidente Monson.)
Mientras volvíamos con mi esposo y mi hijo de una cita con el médico, decidí pasar por la casa de una vecina para saludarla y cobrarle unos productos que me había encargado (vendo productos cosméticos). Podria haber pasado más tarde u otro día pero decidí hacerlo hoy.
Mientras conversaba con Dolores, mi vecina, pasaron los misioneros y al verme se detuvieron. Hablaron brevemente con ella y quedaron en pasar en otro momento.
Ella tiene muchos problemas de salud desde hace veinte años y no le encuentran una cura. Anteriormente yo le había hablado de los misioneros y que ellos podían darle una bendicion de salud si ella así lo deseaba. Hoy se lo volví a recordar.
Sé que ninguna de las decisiones que tomamos es fortuita y, efectivamente, como dijo el presidente Monson, nuestras decisiones sí determinan nuestro destino (y el de los demás).
No sé en que derivará esto que pasó con Dolores hoy pero sé que por "cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas" (Alma 37:6) y que con mis pequeñas, pequeñísimas decisiones diarias estoy poniendo "los cimientos de una gran obra." (Doctrina y Convenios 64: 33)
Aunque haya pasado por mi vecina por una cuestión, aparentemente, temporal como el cobrar unos productos cosméticos que le había vendido.