Desde el púlpito dos discursantes compartieron exactamente lo que necesitaba escuchar.
Del primer discurso extraje los siguientes fragmentos:
"Quizás a veces no se sientan como una espiga de trigo fuerte y madura. Sean pacientes con ustedes mismos. El Señor dijo que el trigo incluirá tiernas hierbas que brotan. Todos somos Sus Santos de los Últimos Días y, aunque todavía no somos todo lo que queremos ser, somos serios en nuestro deseo de ser Sus verdaderos discípulos."
"Sumérjanse en la vida de Jesús Primero, podemos sumergirnos más completamente en la vida de Jesús, en Sus enseñanzas, Su majestuosidad, Su poder y Su sacrificio expiatorio. El Salvador dijo: “Mirad hacia mí en todo pensamiento”. El apóstol Juan nos recuerda: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. A medida que experimentamos mejor Su amor, lo amamos todavía más y, de manera muy natural, seguimos mejor Su ejemplo de amar y cuidar a quienes tenemos a nuestro alrededor. Con cada movimiento en rectitud que hacemos hacia Él, lo vemos con más claridad. Lo adoramos y tratamos de imitarlo de maneras sencillas."
"Al entrar en el templo, nos liberamos por un tiempo de las influencias mundanas que se ciernen sobre nosotros mientras aprendemos acerca de nuestro propósito en la vida y los dones eternos que se nos ofrecen por medio de nuestro Salvador, Jesucristo."
"No es fácil renunciar a las prioridades y a los deseos personales. Hace muchos años, un misionero recién llegado a Inglaterra se sentía frustrado y desanimado. Escribió a casa para decir que sentía que estaba perdiendo el tiempo. Su sabio padre le respondió: “Olvídate de ti mismo y ponte a trabajar”. El joven élder Gordon B. Hinckley se arrodilló e hizo convenio con el Señor de que intentaría olvidarse de sí mismo y que se consagraría al servicio al Señor. Años más tarde, siendo ya un siervo maduro del Señor, el élder Hinckley diría: “Aquél que sólo se preocupa de sí mismo se marchita y muere, mientras que el que se olvida de sí en el servicio a los demás progresa y florece en esta vida como en la eternidad”.
"Todo esto ilustra el principio eterno de que somos más felices y nos sentimos más satisfechos cuando actuamos y servimos por lo que damos, y no por lo que recibimos."
En la escuela dominical se habló de cómo el Señor preparó a los jareditas para que atravesaran el océano y los protegió en su viaje, a pesar de lo difícil de la travesía.
"Y ocurrió que el Señor Dios hizo que soplara un viento furioso sobre la superficie de las aguas, hacia la tierra prometida; y así fueron echados de un lado a otro por el viento sobre las olas del mar. Y aconteció que muchas veces fueron sepultados en las profundidades del mar, a causa de las gigantescas olas que rompían sobre ellos, y también por las grandes y terribles tempestades causadas por la fuerza del viento. Y sucedía que, cuando eran sepultados en el abismo, no había agua que los dañara, pues sus barcos estaban ajustados como un vaso, y también estaban ajustados como el arca de Noé; por tanto, cuando los envolvían las muchas aguas, imploraban al Señor, y él los sacaba otra vez a la superficie de las aguas. Y ocurrió que el viento no dejó de soplar hacia la tierra prometida mientras estuvieron sobre las aguas; y de este modo fueron impelidos ante el viento." (Eter 6: 5-8)
De esto:
Jaredite Barges [Los barcos jareditas], por Gary Ernest Smith

Por todas estas cosas, mi domingo, que había empezado no tan "bueno", terminó siendo dedicado a la humildad y a la reflexión.