Hoy me tocó enseñar Juan 18-20 (enseñar es un decir, porque es más lo aprendo cada vez que lo que enseño ). Me enfocaré en Juan 20.
Después de ser bajado de la cruz, el cuerpo sin vida de Jesucristo fue llevado al sepulcro de José de Arimatea,
Analizamos con los alumnos cómo se pudieron haber sentido los discípulos de Jesús al ver el cuerpo sin vida de Su Señor después de haberlo visto predicar, obrar milagros, perdonar pecados; después de haber comido, caminado, interactuado con Él; después de haberlo escuchado orar a su favor.
El élder Joseph B. Wirthlin, dijo:
“Pienso cuán oscuro fue aquel viernes en que levantaron a Cristo en la cruz. Aquel viernes terrible la tierra tembló y se oscureció; tormentas aterradoras azotaron la tierra. Los hombres inicuos que deseaban su muerte se regocijaron. Ahora que Jesús había muerto, era seguro que los que lo seguían se dispersarían; aquel día, los inicuos se sintieron triunfantes. Ese día el velo del templo se rasgó en dos. María Magdalena y María, la madre de Jesús, estaban abrumadas por el dolor y la desesperación. El maravilloso hombre al que habían amado y honrado pendía sin vida en la cruz. Aquel viernes, los apóstoles estaban desolados. Jesús, su Salvador, el hombre que había andado sobre el agua y levantado a los muertos, Él mismo, estaba a merced de hombres inicuos. Los apóstoles contemplaban impotentes cómo Él era vencido por Sus enemigos. Aquel viernes, el Salvador de la humanidad fue humillado, herido e injuriado. Fue un viernes lleno de pesar devastador que atormentaba las almas de quienes amaban y honraban al Hijo de Dios.“Creo que de todos los días desde el comienzo de la historia del mundo, aquel viernes fue el más tenebroso” ("El domingo llegará", Liahona,noviembre de 2006, pág. 29).
En los primeros versículos leímos que María Magdalena vió que la piedra que había sido puesta en el sepulcro había sido corrida. Pensó que se habían llevado el cuerpo de Jesucristo y corrió a decírselo a los Apóstoles (Juan 20: 1-2).
Dos de Sus discípulos (Pedro y Juan) corrieron al sepulcro y lo vieron vacío. Las vendas que habían cubierto Su cuerpo, estaban cuidadosamente enrolladas. Juan "creyó", es decir supo que Jesucristo había resucitado (Juan 20: 3-8).
Después Maria Magdalena quedo sola, llorando por Su Salvador. Fue entonces que dos ángeles le preguntaron por qué lloraba, y ella contestó que era porque se habían llevado a Jesús. Casi de inmediato se dió vuelta y vió a Jesús pero no lo reconoció al principio; creyó que era el hortelano.
Solo cuando Jesús le dijo ¡María!, fueron abiertos los ojos espirituales de ella. Su ¡Raboni! (Maestro) fue seguramente una exclamación de sorpresa y gozo.
Después de este encuentro Jesús le dijo a María Magdalena que fuese a Sus Apóstoles y les transmitiese Sus palabras : "Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." (Juan 20: 17)
Me encanta esta interaccion del Salvador con María Magdalena. A través de ella aprendemos cuan importantes somos la mujeres para el Salvador y para el Padre Celestial. Maria fue la primera a quien se le apareció Jesús después de resucitar y recibió la comisión de compartir su testimonio de Su resurrección.
Ese mismo día por la tarde, estando los discípulos reunidos a puertas cerradas "...por miedo a los judíos.." (Juan 20: 19), Jesucristo se les apareció y les mostró las marcas de sus manos y y la herida de su costado (allí donde fue atravesado con una lanza, según se registra en Juan 19: 34)
La escritura dice que al ver a Jesucristo resucitado Sus apóstoles "se regocijaron" (Juan 20: 20). Este relato no enseña una maravillosa y esperanzadora doctrina: Jesucristo venció la muerte por medio de Su resurrección y gracias a que Él resucitó, todos resucitaremos.
La muerte no es el final, solo un cambio de estado, un tiempo de separación entre nosotros y nuestros seres queridos después del cual volveremos a reunirnos.
En la antigüedad, Job testificó: Yo sé que mi Redentor vive,y que al final se levantará sobre el polvo.Y después de deshecha esta mi piel, aún he de ver en mi carne a Dios,a quien yo veré por mí mismo; y mis ojos lo verán, y no otro..." (Job 19: 25-27). El apóstol Juan escuchó decir dede los cielos: "Y enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de ser." (Apocalipsis 21: 4).
Cuán agradecida estoy por tener conocimiento de la doctrina de la Resurrección, y por ser parte de la única iglesia verdadera y viviente sobre la tierra, en la cual tenemos un documento como El Cristo viviente, donde Sus Apóstoles actuales testifican: “...Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él, éste es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de él: ¡Que vive! “Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la voz testificar que él es el Unigénito del Padre..."
¿No es ésta una gloriosa verdad al alcance de cada persona de este hermoso planeta? ¿No es ésta razón suficiente para "regocijarnos"? ¿Ahora entienden mi entusiasmo por recordarlo y compartirlo?