El 29 de marzo me uní a la invitación de ayunar que hizo el Profeta, para que se aliviaran los efectos físicos, emocionales y económicos de la pandemia. Aún estando aislada por la cuarentena, el poder ayunar y orar junto a otros Santos de los Últimos Días (y amigos) a nivel mundial, por un propósito elevado, me hizo sentir que formaba parte de algo verdaderamente grande, decisivo, vital. Ese día no solo me abstuve de alimento y bebida, sino que oré, indexé, estudié las Escrituras y se lo dediqué íntegro al Señor. El que fuera dia de reposo hizo el ayuno mucho mas especial.
El 4 y 5 de abril, tuvimos la Conferencia General. En la de octubre del año pasado, el presidente Nelson había dicho que esta sería "diferente de todas las conferencias anteriores", "memorable e inolvidable" y "sin igual", en el marco del bicentenario de la restauración del Evangelio.
¡Y vaya que sí lo fue! No hubo asistencia en el Centro de Conferencias, los discursos fueron transmitidos desde un pequeño auditorio en Temple Square, al que asistieron los discursantes y oradores de cada sesión. Los himnos fueron de conferencias anteriores, pregrabados.
Otra diferencia, respecto a años anteriores: la transmisión se siguió desde casa y no desde el centro de Estaca. Así y todo, se sintió mucho el Espíritu, nuestra fe fue renovada y se nos dieron motivos para atravesar los desafíos actuales con fe y esperanza en Jesucristo. En futuros post trataré de compartir esos motivos y algunos anuncios relevantes que se hicieron.
El Profeta pidió un segundo ayuno para hoy. Llegaré hasta donde la salud me lo permita (vengo atravesando un resfrío).
Lo más seguro es que a este post lo leas algún otro dia que no sea hoy. Igual, te invito a que te unas a ayunar y orar por la sanación física y espiritual en medio de esta pandemia. ¡El mundo lo está necesitando!